En este inicio de curso no sé si me lo estoy pasando bien, el caso es que no estoy pasándolo mal, pero me falta un punto extra para decir "esto es lo que quiero". Cuál es ese punto supongo que sólo lo puedo saber yo. Algunos amigos se empeñan en relacionarlo con asuntos sentimentales, otros con temas de la univeresidad... Ni una cosa ni otra y las dos a la vez, todo eso puede influir a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y no soy yo ninguna excepción, pero hay algo más. La decepción. No suelo decepcionarme fácilmente porque no suelo confiar fácilmente en que algo o alguien vaya a ser como espero. De esto tiene la culpa el típico ensayo-error, que me ha llevado a observar las cosas desde una esquina de la habitación y sólo actuar cuando todo estuviera funcionando correctamente. Abreviando esto: prudencia. A los prudentes los llaman cobardes en algunas películas, así que podéis usar el término que más os guste.
Prudente o cobarde, sea lo que sea, es un buen seguro de vida. Sin embargo, en ocasiones me da por confiar en alguien así sin más, por ver qué ocurre y a veces sale bien, pero esta vez ha salido mal. No diré que he dado con el mayor cretino a 100km a la redonda, tampoco es justo eso, pero desde luego no es nadie por quien volver a arriesgar nada.
Sí, la decepción no es agradable, más que nada porque te das cuenta de que te has equivocado y te sientes culpable por ser tan vulnerable y eso, por lo menos a mí,
me desagrada (mucho).