La gente hace el Camino de Santiago por mil razones diferentes, cada uno tiene sus motivos, más o menos simples, para cargar con la mochila y echar a andar. Mis motivos, de cara al público, eran de los fáciles: la experiencia y el turismo. Pero el Camino tiene algo de místico que me atraía, algo así como de momentos de reflexión, de entender cosas y de olvidar otras, de que los días se reduzcan a lo más sencillo... Todo eso que no expliqué cuando me iba porque es más fácil contentar a la gente con lo del turismo y ya, si empiezas con lo otro puedes acabar realmente mal. Además también hubo un factor personal importante y es que mi familia y muchos amigos me dejaron claro que no confiaban en que pudiera llegar al final y todos tenemos nuestro punto de orgullo.
No hice nada de lo que recomiendan en guías y webs, no me preparé ni probé la mochila antes de cargarla ni tampoco usé el calzado para acostumbrarme. Terminé los exámenes y volví a casa como los soldados que vuelven de Afganistán, pasé por Decathlon y en dos días estaba todo preparado para unas cuantas horas de autobús a
Ponferrada. Exactamente lo contrario a lo que se recomienda hacer: planificar el viaje con calma.
Yo le comenté varias veces a mis compañeros de viaje (María, Violeta y Mario) que me preocupaba lo de no tener resistencia para aguantar tantos días. Violeta siempre me decía que no era para tanto, que somos jóvenes. Yo también quería convencerme con esto, pero claro, Violeta y Mario pertenecen a los Scout y ellos los fines de semana talan árboles con cuchillos y se construyen cabañas para pasar noches de tormenta en Sierra Espuña, mientras que yo cuando llueve me quedo en mi casa y me pongo series.ly.
El caso es que, unos más convencidos que otros, llegamos a Ponferrada después de una noche de cuellos rotos en el autobús y una parada en Madrid.
Nuestro primer albergue no tenía precio establecido, se pagaba "la voluntad" y esto puede parecer que no, pero es un problema moral importante. ¿Cuánto es la voluntad? ¿Uno que paga el triple que yo tiene más voluntad o sólo más dinero? Intenté fijarme en lo que pagaba la gente antes que yo y, como no me quedó claro, di una cantidad situada entre los 0.50 y los 500€. Inspeccionamos un poco el lugar y salimos a hacer algo de turismo por la ciudad, cosa que no se volvió a repetir muchas más veces debido a las heridas de guerra que trae consigo el andar tanto tiempo.
Volvimos a la hora de cenar, porque en los albergues hay siempre una cocina más o menos equipada para prepararte algo y la primera noche nos quedó claro que era el lugar donde
hacer vida común. De pronto alguien sacó una guitarra y el vino que llevaba circulando un rato por las mesas ayudó a formar un grupo improvisado que destrozaba la canción de
Guantanamera a gritos, al cual le acompañaban las palmas del resto, el baile de algún inglés y las miradas asombradas de los coreanos. Estuvimos socializándonos y jugando a las cartas con dos madrileños a los que no pudimos seguir el ritmo y perdimos de vista en la tercera etapa. Esa noche nos acostamos pronto, en una habitación subterránea, sin ventanas y con 50 literas que habían trasladado directamente desde alguna cárcel de Siberia. Antes de dormirme mucha gente ya roncaba y una voz preguntó a alguien "¿vienes a ver las estrellas conmigo?" fue así como conocimos al primero de muchos compañeros de Camino y a quien apodamos como "el de las estrellas" y que más tarde rebautizamos como "el Fucker".
Al día siguiente, las luces se encendieron a las seis y una hora más tarde recorríamos la primera etapa de los 202 km que nos separaban de Santiago. Cada poco tiempo adelantábamos o, más normalmente, nos adelantaban peregrinos (término que decidimos sustituir por caminantes en homenaje a The Walking Dead) que nos deseaban "buen Camino" en todos los acentos posibles.
En esta primera etapa tuvimos nuestro primer dilema, el camino se bifurcaba y había dos alternativas: seguir por la carretera asfaltada que era el camino más corto o adentrarnos por otro camino más largo. Después de los 18km que llevábamos y siendo el primer día, estas dos opciones en mi mente se representaban así:
Seguir por donde iba todo el mundo, cantar canciones de campamento y coger algún fruto de los árboles.
Desviarnos solitariamente, sufrir el ataque de lobos ibéricos y morir despedazados.
Finalmente, el espíritu scout resolvió la duda con determinación y nos adentramos por el camino largo. Esta fue una decisión muy polémica y en mi opinión poco acertada, pero de la que aprendimos mucho: la cultura del mínimo esfuerzo no te hará triunfar, pero sí sobrevivir. Y al fin y al cabo, el Camino tiene mucho de supervivencia, como mis pies entenderían en los siguientes días.
Seguro que este episodio a George R. R. Martin le gustaría terminarlo con nuestra muerte a manos de los Greyjoy o el rapto de María por unos salvajes, pero lo único que pasó fue que llegamos a Villafranca un poco más tarde y un poco más cansados. Eso sí, atravesamos campos y tenemos mejores fotos que los que fueron por carretera.