Al menos una vez en la vida hay que coger la mochila e irse al norte.
Los kilómetros que sean, los días que sean, pero andando y con peso en la espalda. Sin saber si dormirás a cubierto o no. Llevando dos camisetas, tres pares de calcetines y si puede ser, sin mapa.
El Camino, el que casi nos entierra.
Finales de junio de 2012.
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